Crítica de Come, reza, ama (Elizabeth Gilbert)

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Sinopsis: A los treinta y un años y con una vida aparentemente perfecta, Elizabeth Gilbert se traslada con su marido a las afueras de Nueva York y decide intentar tener un hijo, sólo para darse cuenta de que no quería ni un hijo ni un marido. En plena crisis emocional y espiritual decide empezar de nuevo y emprender un largo viaje. Este libro es la bitácora de esa travesía, en la que la autora descubrirá el placer sensual de la buena mesa y la buena conversación (la dolce vita romana), la paz interior alcanzada mediante la meditación en Bombay y, por fin, el deseado equilibrio entre cuerpo y espíritu en Bali.

Crítica: Al igual que otros conceptos del pensamiento occidental, la pregunta sobre la felicidad fue planteada por los filósofos griegos clásicos a fin de proporcionar una respuesta homogénea. Sin embargo, aunque todos coincidían en que queremos ser felices, las discrepancias empezaban cuando  intentaban establecer cómo alcanzarla. Ese es el objetivo de Elizabeth Gilbert cuando decide concederse un año sabático viajando, encontrar su propia felicidad a través del equilibrio entre el cuerpo y la mente.

«Come, reza, ama» es la bitácora escrita a posteriori por la propia autora para narrarnos esta compleja búsqueda a través de tres países completamente diferentes, que la obsequiaron con experiencias inolvidables: Italia, India e Indonesia (Bali). Curiosamente, la elección de estos tres destinos no es una cuestión realizada al azar, sino que cada uno cumple un propósito concreto como otros detalles menos perceptibles, pero igual de simbólicos.

En el epílogo, Elizabeth Gilbert nos adelanta que el libro se encuentra estructurado como las japa malas, un collar de abalorios utilizados por los hindúes y budistas en sus meditaciones religiosas que se sostiene en una mano mientras se repite un mantra. El modelo tradicional está compuesto por 108 cuencas, pues este número se considera «el número más afortunado, un perfecto dígito de tres cifras, múltiplo de tres y cuyos componentes suman nueve, que es tres veces tres. Y tres, por supuesto, es el número que representa el supremo equilibrio». De ahí que la división en 108 capítulos incluidos, a su vez, en tres grandes secciones correspondientes a los tres países visitados. Otro detalle muy curioso es que hay 36 capítulos por sección, una cifra muy significativa para la autora, pues toda su vida cambió durante aquel trigésimo sexto cumpleaños…

Desde el inicio, la autora consigue fascinarnos con su historia personal gracias al estilo informal y desinhibido de su prosa, estableciendo una conversación directa con el lector. Un diálogo que fluye de forma natural a través de sus páginas y nos permite recrearnos en las sensaciones que nos transmite, sobre todo en Italia. Un episodio caracterizado por los que sus habitantes denominan «l’arte d’arrangiarsi, el arte de sacar algo de la nada. La capacidad de convertir un puñado de ingredientes sencillos en un banquete o un puñado de amigos selectos en un fiestón». Y es precisamente lo que consigue su autora al utilizar los principales atractivos del país para los extranjeros: el idioma y la comida. De esta forma, tenemos la oportunidad de deleitarnos con un fausto despliegue de sonidos, olores y, sobre todo, sabores para todos los gustos (y no solo metafóricamente) descritos con deliciosa precisión. Una auténtica ambrosia para los sentidos que nos permite descubrir lugares no incluidos en las guías turísticas, proporcionándonos experiencias más enriquecedoras que la clásica visita al Coliseo.

Un rasgo compartido con Indonesia, aunque en esta tercera parte el atractivo proviene de los personajes. Antes el protagonismo había sido acaparado exclusivamente por Elizabeth Gilbert, un detalle comprensible al tratarse de su historia personal. No obstante, después de la India empieza a resultar irritable, siendo de agradecer la mayor presencia de otras personas que contribuyeron a que obtuviera el ansiado equilibrio entre mente y cuerpo, como Richard el Texano. De hecho, Wayan Nuriyashi y  Ketut Liyer resultan mucho más creíbles que la propia autora, porque se nos mencionan tanto sus defectos como sus virtudes, mientras que ella tiende a retratarse de forma constante como una auténtica paria que no merece la felicidad al negársela siempre.

A pesar de que «Come, reza, ama» se caracteriza por la sinceridad de su autora al describirnos muchos aspectos de su vida personal, omite detalles trascendentales para comprender algunas decisiones posteriores al verse implicadas terceras personas muy cercanas. Esta incapacidad para entender las causas concretas de su depresión condiciona el resto de la lectura, pues los primeros capítulos deberían haberse empleado en explicarlas causas. No obstante, encontramos un relato sin coherencia temporal que repercute de forma negativo en los capítulos posteriores.

Elizabeth Gilbert interrumpe la narración para realizar constantes (e innecesarias) alusiones a su pasado que, en la mayoría de las ocasiones, nos describen los mismos episodios aflictivos. Por esta razón, resulta tan poco creíble el cambio que experimenta en la India, donde observamos una asombrosa evolución como persona gracias a la oración y la meditación. Es más, la segunda parte es pura demagogia occidental. La autora se limita a exhibir una espiritualidad más propia del New Age, en la que se omiten descaradamente los aspectos más oscuros de la filosofía oriental. Algo comprensible cuando te limitas a estar en un ashram durante tres meses sin explorar la auténtica India. Un país que no se caracteriza precisamente por su tolerancia, respeto o amor al prójimo como insiste en proclamar  Gilbert mientras corre en plena noche por un inmenso prado hasta alcanzar un árbol que abraza y besa, demostrando los efectos adversos del celibato autoimpuesto.

De hecho, cuando avanzamos hasta Indonesia, es sorprendente comprobar la ingenuidad de esta mujer adulta que, supuestamente ha dedicado gran parte de su vida profesional a viajar por el mundo. La sorpresa ante los relatos de su amiga Wayan o de su Fernando, quienes le describen la auténtica Bali cuando abandonamos los complejos turísticos de lujo, aquellos que nos permiten presumir de haber estado en un país, pero sin abandonar la seguridad y las comodidades occidentales de sus instalaciones. Es más, resulta llamativo comprobar que es la única sección del todo el libro en el que dedica unos pocos párrafos a mencionar algunos de los episodios más oscuros de su historia, pero siempre sin realizar juicios de valor al respecto.

Por tanto, Elizabeth Gilbert nos ofrece un relato parcial que la favorezca ante el lector, aunque el giro final que experimenta el libro convirtiéndose en una novela de chick lit, porque acaba incurriendo en el clásico estereotipo de este género, la felicidad es sinónimo de encontrar al hombre adecuado con quien compartir tu vida. Algo incomprensible cuando recordamos que precisamente todo empezó precisamente con una relación equivocada, o mejor dicho dos.

«Estaba tan agobiada como la tierra de una de esas granjas multiuso, totalmente sobreexplotada y necesitada de un periodo de barbecho»

Nuevamente, la autora demuestra ser una persona voluble, falta de una autentica personalidad que, en realidad, ha tenido una vida demasiado fácil. En este aspecto, resulta interesante compararla con Wayan, una madre divorciada en una sociedad patriarcal que ayuda a personas sin recursos, aunque necesita el dinero para evitar el embargo de su pequeña tienda. Otra vez la hipocresía occidental, porque cuando Elizabeth Gilbert decide ayudarla, busca sentirse mejor consigo misma a través de otra persona, olvidándose de que en «El Bhagavad Gita, la base sánscrita fundamental del yoga, mantiene que más vale vivir tu propio destino imperfectamente que vivir a la perfección el destino de otra persona».

En conclusión, «Come, reza, ama» es un viaje que empieza con muchas expectativas, quizás demasiadas, que disminuyen conforme van sucediéndose las diferentes etapas programadas por Elizabeth Gilbert para encontrar la felicidad. A pesar de que Italia consigue enamorarnos como le ocurrió a Audrey Hepburn en «Vacaciones en Roma»; en la India somos testigos de una transformación digna de «La metamorfosis» de Kafka poco creíble, adquiriendo un tono de libro de autoayuda en oferta; para concluir con Indonesia al más puro estilo Hollywood, no Bollywood, convierte al libro en la clásica novela chick lit con la moraleja de que necesitas un hombre para alcanzar la plena felicidad.  De igual modo, las constantes incoherencias de la propia autora para retratarse siempre como la víctima acaban resultando detalles tan irritantes como el overbooking en los vuelos comerciales, la pérdida de maletas o las enfermedades gastrointestinales, que acaban por arruinar lo que podrían haber sido unas vacaciones de ensueño. Cierto que regresamos con algunos buenos recuerdos, pero son insuficientes para plantearnos la posibilidad de repetirlo. Bon voyage?!

LO MEJOR: La simbología de la estructura del libro. La naturalidad de la prosa que establece un dialogo informal con el lector desde el primer capítulo. La exquisitez narrativa de Italia. La riqueza de los personajes secundarios en Bali.

LO PEOR: El  victimismo de Elizabeth Gilbert. La falta de información sobre las causas que provocaron la depresión de la autora, esenciales para comprender algunos acontecimientos posteriores. La demagogia de la India. El final chick lit que traiciona todo lo anteriormente leído.

Sobre la autora: Elizabeth Gilbert es autora del libro de relatos Pilgrims (finalista de Pen/Hemingway Award), la novela Stern Men y el ensayo The Last American Man (nominado al National Book Award y elegido Libro Notable de 2002 por el New York Times). Escribe regularmente para la revista norteamericana GQ, labor por la que ha sido propuesta en dos ocasiones al National Magazine Award. Vive entre Filadelfia y Brasil.

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